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Para la mayoría de los artistas, la publicación de sus obras, sea libros o música, implica una cuantiosa inversión. Muchos todavía tienen dificultad para aceptar cuando están siendo engañados, irrespetados o utilizados y hasta defienden la desidia y los atrasos, resignados a que peor es nada. 

 

La dicha de participar en un festival o evento artístico es indescriptible. A lo largo del año, se abren diversas convocatorias para exposiciones que representan una oportunidad única de dar a conocer el trabajo que el artista realiza. En el caso de la literatura, las más importantes plataformas para difusión incluyen la Feria Internacional del Libro y los concursos Ricardo Miró, Gustavo Bastista Cedeño y Carlos Changmarín. En el caso de artes visuales está el concurso Roberto Lewis, y para el mérito a la creación musical, el Roque Cordero, por mencionar algunos. Para los escritores, abundan espacios más discretos para compartir con lectores y compañeros de letras, así como las actividades organizadas por booktubers y bibliófilos. Todo esto forma parte del tan necesario apoyo que los escritores nacionales agradecen, dados los altos precios de edición y publicación de un libro.

En la mayoría de los casos, los escritores tenemos una cordial relación con los negocios que venden libros. Se entrega una cantidad de ejemplares a consignación, con factura y se acuerda por escrito una fecha para revisar el inventario y cobrar las ventas. Pero como en todo rubro donde impera el amor al arte, existen mecenas y mercenarios. Mientras algunos locales respaldan el duro trabajo del escritor autofinanciado (que en Panamá somos casi todos), otros se aprovechan de la ingenuidad de los autores noveles, mareándolos con compromisos que luego no se cumplen, o con ventas a consignación que a veces no son oportunamente remuneradas al escritor. Ahí empieza el viacrucis de llamar, enviar correos y perseguir para poder recuperar algo de la inversión realizada.

Todos somos susceptibles al engaño. Nadie es inmune a ser estafado o tomado de inocente, en particular cuando no somos objetivos con nuestro producto. Nos guste o no, el arte es un producto; para nosotros, nuestro arte siempre tendrá un valor mayor al que cualquiera pueda otorgarle. Personas y negocios relacionados con los aspectos periféricos, como producción, difusión y promoción son integrales para que un artista lleve su trabajo a un público masivo; sin embargo, considerando que la experiencia ya acostumbrada se resume a “esto siempre ha sido así, uno sabe en lo que se mete, el gobierno funciona lento” y otras excusas, es importante desglosar el modo de trabajo y los propósitos de quienes se dedican a esta tarea. 

FESTIVALES Y FERIAS

Presentar su propuesta a una concurrencia de personas con disposición a disfrutarla es el sueño de cualquier artista. Lo ideal siempre sería que una organización o institución se encargue de la logística, patrocinios y organización de la fiesta mientras uno se preocupa por su presentación. Se comprende también que los eventos artísticos suelen depender de patrocinios de empresas privadas y que sufren incontables contratiempos logísticos, en especial relacionados con la parte económica. No obstante, es imperdonable que para un evento musical, con invitados internacionales, se priorice la remuneración a estos y se les dé largas a los artistas nacionales y a los que trabajan en aspectos de logística y promoción. 

Cuesta entender cómo un evento organizado por una entidad pública deja pasar seis meses entre vaivenes y comunicaciones incompletas sin otorgar a los artistas la remuneración acordada. Ofende incluso a fanáticos y asistentes, quienes cumplieron con las medidas solicitadas de bioseguridad, vacunación y se movieron de sus casas en un fin de semana lluvioso a un local que, para colmo, no era el sitio más apropiado para esta iniciativa y cuyas medidas de seguridad fueron en su momento criticadas por artistas de la escena. Ofende al artista porque preparar un show no es gratis: cuadrar ensayos, cambiar cuerdas, calibrar instrumentos, hacer promoción, contratar a músicos de apoyo y transportar equipos, todo esto tiene un costo que no es asumido por los organizadores. 

 

CONCURSOS

La idea de una convocatoria debe manejarse con transparencia, no con amiguismos. Cualquier formato es válido siempre y cuando sea manejado con claridad: tómbola, jurados, competencia a través de redes sociales (la clásica maniobra ya gastada de “menciona a dos y sigue la cuenta”), todo se vale si se tiene claro el mecanismo. A simple vista parece que el rubro musical se maneja más con informalidad que con mérito. Mientras la mayoría de los concursos literarios tienen bases de participación claras y bien definidas, con reglas que pueden ser consultadas en línea de manera abierta, las convocatorias a ciertos eventos parecen un parking de amigos. 

Cualquier iniciativa privada y manejada por personas naturales o jurídicas que brinde espacios de difusión para el arte debe ser apoyada, y por parte de la comunidad artística se agradece y se respeta; cada organizador tiene derecho a sus criterios de selección, pero siempre queda el antecedente y el aprendizaje: las buenas iniciativas se empañan cuando se da la impresión de que todo se maneja “entre amigos” y más adelante cuesta recuperar la credibilidad. También es importante que toda persona o negocio que patrocine con su nombre un concurso, exija de antemano las reglas claras, que no incluya cláusulas leoninas de “tienes que vender boletos mientras el organizador los vende más baratos”, o “tienes que pagar por participar si tienes tal edad”. 

Está de más recalcar que el arte no se paga con cervezas. La cortesía de la alimentación para el día es un grato complemento, pero aceptar regalos de bebidas alcohólicas es más cuestionable que presentarse sin cobrar. Aceptar cerveza como pago deja un precedente peligroso que se repite con cada nuevo artista que intenta darse a conocer y ser tomado en serio. Que se haya vuelto la norma no significa que sea correcto. Tampoco está bien regalar tragos con la entrada a un evento, lo ideal es máximo una sola copa o un café en locales tipo restaurante, bar o cafetería. Nadie regala tragos, ni siquiera agua, ni en el cine ni en eventos internacionales. 

 

NO TENGAS MIEDO, EXIGE RESPETO

Cuando los organizadores de cierto evento literario olvidaron colocar mi presentación (pagada por mí) y las de otros de mis amigos escritores en el programa cultural, decidí no presentarme y pedí disculpas al público. Al año siguiente, tuve que pagar mi entrada para poder ocupar un espacio en el stand de un negocio participante. Siendo expositora con ellos, yo no tenía por qué pagar boleto para entrar. Denuncié la situación a mi discreta audiencia de Facebook y una periodista interesada en el asunto me permitió hablar en televisión nacional. Años después, seguí asistiendo al evento y organizando actividades dentro del mismo. No era ninguna afrenta personal ni ansias de protagonismo, se trataba de tomar postura: si tú cumples tu parte del trato, si pagas el derecho a participar o si estás con un negocio que también paga y que va a lucrar con tus obras, defiende tu espacio. 

Como artista, tú formas parte de una comunidad tanto de veteranos como de novatos, todos con el mismo derecho a difundir su trabajo. Cada uno de nosotros somos parte de un ecosistema en donde el apoyo mutuo es imprescindible. El apoyo no se basa en ir de gorrero al evento ajeno ni enviar mensajes de hostigamiento de “ven a mi evento y apóyame”, ni compartir comentarios ni íconos de aplausos en redes ni cacarear el típico “brutal, bro”. Si uno de los tuyos sale perjudicado o es estafado por una entidad u organizador, ¿qué esperanza hay de que se respete el derecho de los que siguen? ¿Con qué cara se promueven nuevos eventos por parte de una institución que ni siquiera puede cumplir con los honorarios de los artistas que se presentaron hace medio año?

Antes de aceptar participar en una convocatoria o festival, haz las preguntas válidas y necesarias, y solicita que los compromisos de ambas partes queden claros. Ninguna iniciativa sobrevive sin los artistas, y los que apenas empiezan también se benefician de tu experiencia. Desiste de excusar la falta de seriedad con la justificación de cobrar callado y que el resto se las arregle cuando les toque. La gente va a los eventos por los artistas; tu comunidad de fanáticos te respaldará y difundirá su indignación. Si deseas respeto a tu trabajo, usa tu voz para algo más que cantar; ve a las redes para exigir respeto, no para memes y ociosidades. Y de paso, comparte estas situaciones ante los medios digitales que proclaman gustosos su apoyo a la escena. 

MissPraxx

MissPraxx

Escritora, melómana y desequilibrada. Menos etiqueta y más verdad.