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Apareció frente a mi puerta un jueves. Los jueves son días extraños, todavía no inicia el descanso, pero la semana productiva se termina. Sentí que llegó para enseñarme algo sobre el tiempo y la vida.

Lo dejé pasar, le ofrecí cena y él me dio compañía. Silenciosa, la mejor que hay. Me escuchó toda la noche y me acompañó a dormir. Por la mañana, desperté y lo vi asomado, inmóvil, frente a la ventana. Tal vez meditaba sobre la vida que dejó, tal vez sobre la que le esperaba. O quizás solo acechaba con la mirada a algún inocente que pasaba frente a él. 

Por días se mantuvo en distintas esquinas de la habitación. Silencioso, lo peor que hay. A veces siguiéndome, como mi sombra pero con vida propia. Con la mirada fija en mis pasos, con orgullo suficiente para no mostrar que sucumbiría a mis afectos.

El deber llama. Abrí la puerta para retirarme a mi labor. Él se quedó en el medio de la sala, mirándome partir. Sin ninguna expresión en particular. Al regresar, seguía en el mismo punto. Disimulando su alegría, se acercó a mis pies y pidió caricias. El bullicio de la calle se apagó. Solo hubo espacio para sus ronroneos.

MissPraxx

MissPraxx

Escritora, melómana y desequilibrada. Menos etiqueta y más verdad.