Hay sonidos que permanecen en tu mente; puedes escucharlos incluso cuando no están sonando. Un riff tatuado en las neuronas de los seguidores, montado sobre una batería y una línea de bajo que se pinta de discreta, sin avisarte que está por tomarte de los pies y lanzarte a los infiernos del metal. El lugar al que perteneces. No hay lugar como el infierno.
Te lo sabes, de principio a fin, sin tener que buscarlo en tu colección o sonarlo en alguna plataforma digital, entremezclado con las rambulerías del reggaetón: una ambulancia se acerca, no saldrás ileso. La batería anuncia que inicia la invasión. Si tienes suficiente edad (o cultura metalera) para completar la frase “¡¡Estamos aquí…!!”, sabes que esa guitarra no se quedará tranquila todo el tiempo. Tras la voz, las cuerdas esperan el coro para saltarte en la yugular.
Las prodigiosas falanges que en 1995 dieron luz a las guitarras del disco Invasión pertenecen a don Eric Pinzón, quien, entrado ya en sus cincuentas, continúa con el legado junto a su banda Cabeza de Martillo, manteniendo viva la chispa que dio a luz al metal panameño, que conquistó a multitudes en Panamá y Latinoamérica, y que sigue gritando, saltando, libando y nicando como el primer día.
Veinticinco años y numerosas alineaciones después, la primera gran agrupación de metal de Panamá vuelve a maravillar a sus fanáticos, los de siempre y los nuevos, con el lanzamiento de su disco La Bestia, una producción con material nuevo y varias canciones refrescadas, actualizadas para el sonido del momento, pero sin perder una pizca de la esencia de “cabeza”.
Una Historia de Cabeza
Conversamos con el héroe de la guitarra metal de Panamá en un local ubicado en San Francisco, en el que casi todas las semanas hay música de bandas extranjeras, interpretada por artistas nacionales, mientras los presentes degustan cerveza y hamburguesas. Las guitarras que cuelgan de las paredes cuentan cada una su propia historia, o simplemente mantienen viva la memoria de tiempos mejores. Para un fanático que vivió la histeria rockera de Panamá en los noventa, es un trago amargo imaginar que el lugar donde se presentará una banda legendaria esté poco concurrido, mientras que a dos paredes de distancia retumba el sonido de un tributo al pop de importación.
Eric Pinzón es sencillo y directo al contar su historia, pero no escatima en detalles significativos. Expresivo y calmado, disfruta cada presentación, así sea que CDM sea el evento principal o la banda invitada. En la final del Wacken Centroamérica 2019, la competencia entre bandas centroamericanas quedó en segundo plano cuando sonaron los acordes de “Hombre Perro” y “Vencer o Morir”, entre otras. La ígnea presentación de CDM volvió locos a todos los presentes, uniéndolos en una sola masa de cabello y falanges. Atrás quedó la competencia por esos minutos electrificantes. CDM se metió a la fanaticada de todas las bandas al bolsillo.
En la mesa contigua, unos jóvenes en sus veintes conversan mientras esperan el inicio del evento. Lucen chaquetas de cuero sobre sus t-shirts de íconos metaleros. Quizás sea su noche de suerte y se topen con más de un rockero veterano esa noche. De todas maneras, es improbable que hayan presenciado a CDM en vivo en sus inicios, cuando volcaron la atención de la estreñida sociedad en la que la Junta de Censura metió sus narices en la libre expresión de la música.
A la edad de ellos, Eric tenía en proceso el sueño de crear su propia banda. A los dieciséis ya contaba con canciones propias y sentía el peso de la dificultad de emular a los profesionales. Su mejor amigo del colegio tenía una guitarra eléctrica, él tocaba redoblante y se aprendió canciones covers para interpretarlas en la escuela. Su amigo en cuestión inspiró en él la llama para convertirse en guitarrista, por lo cual se dedicó de lleno al aprendizaje autodidacta.
Le fascinaban las bandas como Kiss, Iron Maiden y Judas Priest. Un amigo le obsequió el casete de Kill’em All. Eric confiesa que le agarró el gusto después de disfrutarlo varias veces.
En Estados Unidos, ya existía una banda llamada Hammerhead, por lo cual antes de grabar el álbum Invasión, con canciones en español, decidieron cambiarle el nombre al grupo.
“No había medios para lanzar discos de metal”. Los CDM se vieron obligados a grabar demos. Finalmente, Sony Music decide apostar por el disco en 1996. Las sesiones de grabación eran a horas muy altas de la noche, o bien muy temprano en la mañana. Una accidentada serie de grabaciones, en las que inclusive hubo imprevistos como una inundación en el estudio. Las pistas quedaron flotando y las dos últimas canciones del disco quedaron sin masterizar.
Censura
El nombre de la banda se volvió noticia cuando, de manera sorpresiva, una de las canciones instrumentales que formaba parte del disco fue censurada. Viéndolo en perspectiva, Eric recuerda que, dentro del escándalo, la publicidad recibida fue provechosa y la banda recibió un apoyo masivo por parte de los devotos metaleros del patio.
CDM dio a sus fans de los noventa la oportunidad de vivir experiencias históricas, como la participación de la banda en un festival latinoamericano en Costa Rica, donde tocaron en Cartago y San José. Luego se lanzaron a una gira con varias bandas centroamericanas.
Recordando
Quizás uno de los miembros más relacionados con el nombre de CDM fue Ricardo Isaza (QEPD), conocido en la escena musical como “Peluca”. Baterista legendario, con un estilo salvaje y divertido, no por eso menos comprometido con el sonido de cada banda de la cual formó parte. Peluca era conocido por reventar cueros de batería y amenizar cualquier evento con anécdotas y comentarios graciosos.
Eric conoció a Peluca durante un concierto en Atlapa, mientras tocaba en una banda que hacía covers de la banda Slayer. CDM participó en la final de la eliminatoria del Festival Wacken junto a Peluca, y su último toque juntos fue en Épocas (ahora Hangar 18).
“Peluca aportaba personalidad, aparte de su gran talento. Amaba estar en la banda y era divertido viajar con él”, comenta Eric.
Peluca nació en 1971 y falleció en enero de 2013, tras un año y medio de lucha contra el cáncer.
Luego de una agónica espera para los devotos del metal panameño, el disco La Bestia llega para calmar la angustia a punta de distorsión y solos de guitarra, elementos que son cada día más escasos en la música popular, pero que el metal sigue manteniendo con vida. Es un momento interesante para este lanzamiento: el primer trimestre de 2020 está marcado por eventos de rock en los que una muchedumbre aclama (incluso exige) el mismo estupor de “buena vibra” y mareo de ciertos sonidos de rock-fusión. Es alentador saber que Cabeza de Martillo se rehúsa a abandonar su línea y su personalidad.
El arte es reflejo de la civilización humana. La temática de este disco va cónsona con el mensaje que caracteriza al grupo: somos el virus del universo, los desafíos que fragmentan al mundo nacen en nosotros, y a la vez nos toca enfrentarlos. El metal de CDM hace un llamado a la reflexión, paralelo al embrujo en el que abraza a nuevos adeptos al sonido de la oscuridad; fanáticos nuevos que, durante años, no deja de conquistar con su propuesta.
Bajo el trabajo del polifacético Rafael “Pepo” González en la producción, y la experiencia del veterano Ernesto Schnack en coproducción, mezcla y masterización, este disco se perfila como una joya de colección para la fanaticada.
Frank Leone (Voz); Eric Pinzón (guitarra/coros); Pepo González Cortez (bajo/coros), Miguel Yau (batería). Grabado en Peregrino 1. Concepto de portada: Tito Zambrano. Diseño de Portada: Jaime Armstrong.
Introducción siniestra, coros y teclado. Produce escalofríos. Ambientación adecuada para el álbum. Un abre-boca poderoso. Apenas escuchas las primeras notas, te preparas para la experiencia auditiva. Ambienta a la perfección para la experiencia sónica y entrar en el virus del universo.
La extinción es la cura. El riff atrapa, el solo de bajo se agradece. Importante predominancia instrumental. Riff pesado que luego acelera. Cambios de velocidad que te mantienen despierto. La canción es una crítica social. Los solos supersónicos de Eric nunca decepcionan. En comparación a su técnica de guitarra anterior, no ha perdido nada. Suena igual de apasionado y fresco que en los noventa.
Te recibe de un bofetón. Inicia sin frenos, en expreso. Con arreglos melódicos en el coro, por ejemplo, un arreglo de guitarra; el solo es melódico e inicia un poco más lento. Buen breakdown que te despide de la habitación. Esta parte hace que el solo de guitarra destaque. Es diferente a los tracks previos.
Una canción cuya extensión no decepciona. Los fanáticos de acero del metal aprecian los interludios instrumentales en las canciones. Esta en particular suena perfecta para una marcha. Será una sorpresa para fans de bandas como Panthera. Tiene dos solos de guitarra. Buena conjunción entre guitarra y bajo. Puede ser incluso una canción de protesta.
El riff incita al caos, a soltarse y entregarse al sonido. Recuerda un poco a Slayer. Tiene buen breakdown, del agrado de los fans del moshpit.
La continuidad de las canciones ya es evidente y meritoria. Con esta, entramos en terreno groove. Recuerda a los anteriores éxitos Invasión y Hombre Perro. El coro es especialmente pegajoso, consiste en dos partes y es efectivo para aprovecharlo con el público, invitando a corearlo.
En el breakdown entra el bajo con un sonido fuzz, rudo y apropiado para la canción. Suena abrasador. Un solo de bajo también presente. El solo de guitarra toma velocidad, con guitarras gemelas.
Las canciones, no por ser bonus track significa que sean menos. Este material está a la altura del resto del álbum.
Evolucionó favorablemente desde su primer lanzamiento en el EP de 2008. Esta canción ahora está más completa, más al estilo al que estamos acostumbrados a escuchar. Se quitó el intro electrónico de la edición anterior. Es más directa, con mejores letras, sumamente mejorada.
““Estoy feliz por el resultado del disco. He escuchado a CDM desde que se hacían llamar Hammerhead, así que para mí fue un honor aportar a la historia de la banda””
Ernesto Schnackguitarrista y productor
Conclusión
El álbum valió la pena la espera. Buen sonido, adecuado para el género. Lleno de solos con velocidad, con algo de melodía. Eric reafirma su calidad de héroe de la guitarra, pues además es uno de los pocos que usa puentes flotantes. René Díaz (Instinto, Dialecto) es otro de la excepción. En los solos de CDM además de tapping hay puentes flotantes, squeals y dive bombs.
Estelares líneas de bajo, licks, en ocasiones sobresale por encima de la guitarra. Batería en su punto, como debe sonar en el espacio, no molesta, suena con ataque. La voz de Frank Leone sigue cumpliendo su cometido. Recuerda a Sepultura, pero es un color de voz distinto, le da originalidad. Tiene elementos de la vieja escuela con elementos modernos, solos de guitarra por todas partes. Este álbum está a la altura de las producciones anteriores de CDM.