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Recuerdo haber leído las últimas páginas de Cerati: La Biografía, en la soledad de mi casa. Las páginas iniciales y finales aún siguen emborronadas de lágrimas. Es difícil no conmoverse ante la lectura de este libro, redactado por el escritor y periodista argentino Juan Morris, quien plasma con cruda precisión los acontecimientos alrededor de la vida y muerte del ídolo del rock latinoamericano. Hasta ese momento, no reparé en la tristeza que me causó la partida de uno de los artistas que llenó mi adolescencia de momentos maravillosos. Recordé también esa noche en el Estadio Nacional Rod Carew cuando lo vi por última vez en vivo, como parte de la gira Me Verás Volver.

Fue una noche increíble: acudí junto a mis amigos músicos, el concierto inició a tiempo, el público se comportó a la altura y cuando se encendieron los tres monitores con la silueta de Charly Alberti, Zeta Bosio y Gustavo Cerati, sonó el inconfundible charrasqueo inicial de Juegos de Seducción y nos sentimos tan afortunados de poder disfrutar en vivo a la banda que en su primer momento de gloria solo veíamos en televisión. Tocaron canciones de cada disco y dejaron un hermoso recuerdo en la memoria de sus fans, muchos de ellos demasiado jóvenes para haberlos visto en vivo anteriormente.

Teníamos planeado asistir también a la fecha en Panamá de la gira Fuerza Natural, con motivo del último disco solista de Gustavo. Jamás imaginamos que ese boleto para asistir al estadio había sido una inversión para toda la vida. Los que asistieron saben que, no solo fue la oportunidad de ver una vez más a Soda Stereo, sino que, sin saberlo, vieron también por última vez a Gustavo en vivo, en un país al que visitó con desprendida frecuencia y donde siempre entregó lo mejor de su espectáculo. Nadie podrá decir que Cerati se saltaba Panamá.

Aunque el mundo entero estaba al tanto de su situación, su muerte fue una dura noticia luego de una larga espera. Un limbo de cuatro años que para sus seguidores representó el compromiso de compartir a diario palabras de aliento en redes sociales, campañas de “Fuerza Cerati” y homenajes a lo largo de toda Latinoamérica. Una difícil lectura, un vistazo al dolor: La descripción del proceso de deterioro, los momentos de lucidez que atravesó, pero sin la habilidad para comunicarse de forma efectiva, percatarse de que había perdido control de una de sus manos, entre otras escenas dibujadas por la impecable narrativa de Morris, conectan al lector con las emociones del artista, bajándolo de su pedestal y volviéndolo real.

Más importante aún, se trata de un hombre con una visión excepcional del arte, pero con los rasgos de cualquier ser humano. Las travesuras de infancia, el arrebato adolescente, la decisión de abandonar los estudios para dedicarse de lleno a su carrera musical, todos los aspectos con los que se identificará cualquier artista. Morris nos comparte un viaje interior hacia la mente de Gustavo, sus excentricidades y su resiliencia, su álbum de fotos familiares entrelazadas con las de su recorrido artístico, su afán por cazar nuevas palabras en los libros que devoraba. Son numerosas las historias que esta lectura regala y que, en el caso de los artistas que aún veneran a Cerati, son lecciones póstumas del maestro.

En sus páginas, Cerati: La Biografía nos da a conocer aspectos íntimos de la vida y obra de Gustavo, sin que falten anécdotas sobre su vida antes y detrás del escenario: por ejemplo, que a los meses de nacido rompía en llanto cuando sonaba un bolero de Antonio Prieto en televisión, que solía buscar en internet los videos grabados por sus fanáticos en los conciertos, que en medio de los ensayos previos al concierto sinfónico se formó una airada y muy pública discusión entre él y su exesposa y que al rato, regresó a ensayar sin problemas. Todo esto sin descuidar la atención a cómo se gestó y creó cada uno de sus trabajos discográficos.

Se trata de una narración que cautiva desde el inicio, con detalles tras bastidores de esa última noche en mayo de 2010, luego de su última presentación ante el público de Caracas, Venezuela, la consternación de su fiel equipo de trabajo ante su situación de salud, la importancia de esas personas a las que Cerati llamaba familia fuera de su hogar, que lo conocían de hace décadas y que sabían que no era nada normal que el músico decidiera irse a dormir inmediatamente se bajara de una tarima. Conocemos además la historia de sus padres, quienes apoyaban a su manera el talento de su hijo desde pequeño, y los primeros intentos de banda en los que, siempre que había más de tres músicos, era evidente que algo disonaba.

El autor

Para propósitos de escritor, a Juan Morris le suelen contactar para conversar sobre el protagonista de esta historia, olvidando tal vez que no solo se trata de los hechos, sino de cómo se cuentan. El tono familiar con el que el autor presenta las historias que rodean la vida de Cerati es fascinante. Utiliza de forma oportuna diálogos y citas, en otros momentos se vale de metáforas para explicar las escenas que, en descripciones técnicas, particularmente las de asuntos médicos, sonarían un tanto insensibles.

Un detalle especial de este libro es la forma en que ensalza el rol de las mujeres en la vida de Cerati: la icónica presencia de Tashi, la joven de quince años que fungió involuntariamente como embajadora de estilo para Soda Stereo, la idílica temporada de familia con Cecilia Amenábar, quien también tuvo una influencia crucial en su música, y en especial, la presencia de su madre, Lilian Clark, quien siempre vio en él algo excepcional, estimulando su interés por el mundo, inspirándolo además con el ejemplo, ya que ella misma era una voraz lectora y autodidacta.

Aunque Morris narra con precisión aspectos de la carrera musical de Soda Stereo y la del propio Gustavo, son las historias personales las que cautivan. El rol de los productores, manejadores y amistades en el camino al éxito. A través de las páginas de este libro entendemos, por ejemplo, que, al narrar la vida de una banda, cada integrante contará su versión de lo que recuerda. No obstante, eso es precisamente lo que importa: más que los hechos, las historias que sobreviven en quienes la vivieron.

Lo que más cautiva al conversar con Juan Morris es su sano balance entre el respeto hacia el artista y la objetividad con la que narra, tanto en voz como en papel, los datos que le fueron confiados. En ningún momento se percibe el impulso de idolatrar a Cerati ni pintarlo de santo. Tampoco se siente que la narración exija indulgencia hacia sus fallas como ser humano. Todo lo contrario: Morris pinta un retrato de Cerati en el que muchos artistas se verán reflejados.

A través de esta lectura conocemos al artista que tomó el camino menos transitado, que encontraba inspiración en profundas conversaciones con los que le rodeaban, haciendo a cada uno de ellos en parte artífice de sus creaciones; que se atrevió a probar otro sonido y a realizar colaboraciones inverosímiles, como la hermosa pieza que grabó junto a Mercedes Sosa. Conocemos igualmente los lazos de amistad que le unían a sus cómplices de banda, Charly y Zeta, sus respectivas historias y tragedias personales que se entrecruzan con el desenlace del proyecto Soda Stereo y cómo y por qué se dio, para infarto de sus seguidores, el regreso de la banda a las tarimas.

De toda biografía de artista se puede rescatar una lección. La más importante de este conmovedor asomo a la vida y obra de Gustavo Cerati que Juan Morris nos regala es, en mi opinión, no endiosar a nuestros ídolos, no importa qué tanto signifique su obra para nosotros. Aprender de sus experiencias, victorias y errores; entender que detrás de cada estrella existe un recorrido de alianzas y despedidas, apuestas y riesgos, gasto de recursos y energía, que no todo es cuestión de talento y suerte.

En la búsqueda de un sueño hay variables difíciles de predecir y controlar, circunstancias y hábitats donde tal vez hay más posibilidad de que florezca un fenómeno irrepetible como Cerati. A siete años de su muerte, siguen resonando tributos y homenajes a su genialidad. Más importante que las versionadas de sus canciones, son las historias inmortalizadas en papel las que mantendrán viva la memoria: nadie le regaló el éxito, no fue menos difícil por vivir en Argentina, no se trata de un asunto de historia o geografía.

La que en otro momento fue denigrada como “una banda sin pasado” se convirtió en una de las propuestas musicales fundadoras del rock en español. El solista al que no le perdonaban un lanzar un disco como Siempre es hoy cautivó, a la larga, a millones de fanáticos, tanto nuevos como conocidos. Gustavo dejó un vacío en la vida de cada uno de sus seguidores, nos dejó demasiado pronto. Pero nos dejó sus letras desenfadadas, sus osados neologismos, sus “gracias totales” y las canciones con las que nos abrió la puerta a sus emociones. Y en la lectura de este libro, queda claro que aún faltaba mucho por escribir.

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Lo que hace a Cerati irremplazable – epílogo
(por Bolívar “Libertator” González)
Gustavo Cerati logró con su propuesta solista una fusión genial y especial de rock latino con sintetizadores y samples. Esto se siente sobre todo en Bocanada y Siempre es Hoy, y un poco menos en Fuerza Natural, donde hace uso de sonidos más acústicos. El ingenio de Cerati en el uso de estas herramientas y recursos para componer marca una diferencia en el sonido del rock latino. Su versatilidad: cada álbum solista pinta un instante distinto, no tenía miedo de irse a otras raíces, lejos del sonido de Soda Stereo. Sin temor a arriesgarse con todo lo que tenía a su disposición. Letras atrevidas y en otro instante reflexivas. Un artista completo.
MissPraxx

MissPraxx

Escritora, melómana y desequilibrada. Menos etiqueta y más verdad.