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La reluciente escalera que da a la entrada del primer alto nos recibe con letreros informativos sobre medidas para cuidar la salud: mantenga su distancia, use mascarilla que cubra todo, menos sus ojos, no salude de abrazo, no dé la mano, evite reunirse a conversar, no se siente en compañía en las áreas comunes. Da igual. Visiblemente emocionados, todavía con cierta incomodidad por las nuevas normas, tuvimos la suerte de regresar al laboratorio de Anatomía.  

Una larga pausa en la que todo fue prioritario, menos nosotros. Primero fue la vida nocturna, el ocio y hasta las casas de ocasión. Prioridad fue volver a comprar lotería, derrochar el cheque en un casino, primero el culto a los santos y al balón. La formación académica no es prioridad en este país, en ningún momento y para ningún sector. Ni siquiera para las propias universidades, ni para los medios que tanto denuncian el estado de la educación en Panamá; al posar frente a la escuela rural con el proverbial maestro abnegado, no dudan en arrojar piedras a la administración de turno, pero a la hora de cuestionar a las entidades que preparan a los futuros profesionales, que otro se encargue. 

“Es una situación compleja”, “veremos qué se puede avanzar”, “todavía no estamos en condición de proceder”, estrofa, coro, repita. De pronto las lucrativas instituciones con presupuesto para publicidad fuera de las fronteras no tienen cómo garantizar la continuidad de la formación de los futuros profesionales. Improvisaciones, falta de empatía, contratos con cláusulas leoninas en las que el educador se siente más como un espía de la KGB que como un profesional. Decepcionado, se olvida del propósito que le mantiene en ese camino, la razón por la cual no está en lucrativos emprendimientos ni haciendo favores a grandes empresas multinivel. 

La razón son ellos. Ahí estaban, al pie de la escalera junto a los murales de cuidado de salud, entre asustados y entusiasmados, con mascarillas cubriéndose todo menos sus ojos, cargando sus libros y arrastrando la fatiga de la virtualidad. Para muchos es su primera visita a las aulas. Detalle insignificante, hasta que uno evoca la emoción de la propia experiencia, ese primer día como adulto en formación, en la carrera escogida, el primer paso hacia los sueños. No es cualquier ocasión. El distanciamiento y las mascarillas lo hacen aún más extraño: es en la universidad en donde se forjan las primeras relaciones importantes, ahí se encuentran nuevas amistades e inician futuras sociedades. 

Cuando se realiza un trabajo de elaborar un objeto nuevo a partir de componentes ya conocidos, se refuerzan conceptos de manera más activa que al observar imágenes o modelos tridimensionales de forma pasiva.
Trabajos realizados por estudiantes de Licenciatura en Nutrición. Marzo 2022.

El suplicio del estudiante universitario es complejo: la inversión monetaria es cuantiosa y puede que con suerte sea recuperable, la inversión de tiempo no se devuelve. Las instituciones con licencia para emitir pergaminos lo saben, sacan provecho de los sueños ajenos, de la energía perdida, de la impaciencia, se inventan explicaciones para mantener los mismos costos sin entregar el producto completo. Saben el atraso que implica para los alumnos abandonar el barco en plena mitad de carrera y migrar a otra entidad. De ahí que la motivación de los estudiantes solo permanece si se mantiene viva la de los educadores. 

“Vamos a crear un corazón. Pueden usar los materiales que deseen, lo importante es que lo hagan ustedes mismos”. La orden es clara, las opciones infinitas. Atrás quedaron los sitios de internet con simulaciones en tres dimensiones y las imágenes planas. Ahora toca construir en base a lo aprendido, convertir elementos físicos sin relación alguna en un órgano proporcionado y simétrico, para luego complementarlo con los colores representativos de la sangre: rojo oxigenado y azul cianótico. El factor estético no se menciona, pero se sobreentiende: cuesta pensar en una representación fiel al corazón humano, ajena al símbolo que evocamos en el imaginario. 

El primero en entrar al salón carga un trabajo todavía incompleto. Luce un poco avergonzado, aunque el mérito yace en crear un corazón, no en replicarlo. “No me quedó bien”, expresa. Le comparto algunas observaciones puntuales para mejorar el resultado. En este caso, ellos lo ignoran, pero el resultado es lo menos importante.
Es el proceso, lo aprendido, la forma de resolver los problemas que surjan en la concreción del trabajo. ¿El tamaño de la aorta es exagerado en proporción al tamaño del corazón? ¿Las venas pulmonares no parecen drenar en la aurícula izquierda? El mérito es percatarse de esas incongruencias e intentar solucionarlas. 

Mientras tanto, los demás comparan sus trabajos, comparten impresiones y materiales utilizados. Una de las estudiantes hizo una pequeña mampara con datos relevantes sobre el corazón. Su entusiasmo se vuelve curiosidad cuando observa el trabajo de dibujo a mano alzada, monocromático pero impecable, de una de sus compañeras. En otra mesa, algunos optaron por utilizar plastilina, cerámica fría y hasta elaborados modelos de espuma de poliestireno cortado, pintado y rotulado. Modelos sencillos a cartulina y papel construcción, dibujos con carácter y bien presentados. 

Con todo y que estudiar el corazón exige mucho más tiempo, un análisis de la dinámica de la sangre a través de las cámaras cardíacas y atención a detalles minuciosos de dicho órgano, la tarea fue un éxito. No se trataba de banalizar la complejidad de una estructura vital de nuestro cuerpo, sino de demostrar, todavía con distanciamiento y sin utilizar ninguna herramienta disponible en las aulas, que la educación no está en las instituciones, sino que la universidad somos todos. Que educar es un proceso vivo que no tiene sentido sin sus protagonistas. Puede haber abundancia de tecnología y automatismos, pero nada reemplaza el valor de crear algo con las propias manos cuando las circunstancias están fuera de nuestro control. 

Ese día nadie estaba preocupado por una caída en la conexión de internet, no hubo computadoras que se pusieran en modo HAL a actualizarse cuando les place ni silencios interminables ante la frase “¿alguna pregunta?”. Ahora abundaban los planes para ir más tarde a almorzar, los ataques de risa y los videos y fotos para redes sociales… con mascarilla, por supuesto. 

La mascarilla cubre todo, menos la felicidad.

MissPraxx

MissPraxx

Escritora, melómana y desequilibrada. Menos etiqueta y más verdad.