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A las ocho de la noche de ese martes, la principal preocupación de Carlos Shedden, Vladimir Pardales, Juan Ramón “Johann Tempest” Rodríguez y Jesús Araúz era conseguir un atril para el tecladista de la banda colombiana Perros de Reserva, quienes hicieron escala en Panamá el 10 de marzo de 2020, antes de partir para seguir predicando la palabra del rock latino. Ni los asistentes ni las bandas se imaginaban que ese sería el último evento en vivo al que asistirían en mucho tiempo.

Horas después, los jóvenes miembros de Nightwalkers montaban sus equipos en los respectivos vehículos. Vlad y Carlos se quedaron un rato conversando, procesando aún la emoción de la noche y, en una complicidad inconsciente, fantaseando con irse junto a los “Perros”. De vez en cuando se obligan a olvidar que ya pisaron México, incluso antes de grabar un disco. No se conforman con ser la referencia para bandas emergentes de la escena metal de Panamá. Como todo el que vive entre distorsión y cuerdas, no dejan de pensar en el siguiente paso.

La pausa inesperada de toda la actividad artística por la pandemia obligó a agrupaciones e intérpretes a alejarse de las tarimas por tiempo indefinido. Para los Nightwalkers, todavía en sus años universitarios, estudiar fue una sana amnesia. Olvidar que no habría toques, cancelar conciertos y participaciones internacionales. Por fin tuvo sentido lo del “silencio ensordecedor” que cantaba una famosa banda nacional.

Para el músico, todo lo demás es ruido: la algarabía de un lunes, la cháchara de barrio, la conversación banal familiar, todo es tiempo muerto antes de regresar a la sala de ensayo. No hay fortuna pasajera ni fútil amorío que le gane a la sensación de estar entre camaradas de cuerdas. Esa fue la lección a recordar para miles de artistas en pandemia. Existe la tecnología para afinar instrumentos e incluso reemplazarlos, nada reemplaza a trabajar ideas en persona y montarse en los riffs sin tener que explicar más.  En el mundo real las palabras sobran, en la música, estorban.

Antes de pandemia, la última presentación de Nightwalkers se dio, casualmente, el martes 10 de marzo de 2020. La banda no se tomó a la ligera su regreso a los escenarios.

CÓMPLICES DEL CAOS

Al momento del apagón mundial, Jesús Araúz, bajista de Nightwalkers, se encontraba en España continuando sus estudios, alejado de todo lo que conoce. Vivir la incertidumbre lejos de casa es otra historia. No obstante, la inspiración y el deseo de seguir en su familia musical no mermó ni un momento. Antes de partir, se dedicó a trabajar y grabar canciones que aún en 2021 seguían en proceso, quizás con la intención de que sus camaradas no le extrañasen a la hora de continuar. Llevaba en su equipaje mental las ideas para trabajar desde lejos.

Para él, no hubo frustración en lo musical. Su formación en ingeniería le ha enseñado que sucumbir ante la incertidumbre no lleva a nada. Su modo de sobrevivir fue enfocarse en las metas, aunque admite que la dinámica se sentía diferente.

No es igual compartir ideas y discutir partes de canciones por videollamada que en persona, aunque logramos trabajar de esa forma.

Jesús Araúzbajista
Jesús Araúz - Nightwalkers

Johann Tempest, por otro lado, no tuvo la suerte de sus cómplices de banda. Ya había dejado de ensayar en casa desde que comenzó a trabajar, la pandemia simplemente abrió más esa separación entre su rutina y su instrumento. La batería no es amigable para ningún vecindario. Se puede practicar los movimientos de las manos, aunque no haya forma de recrear la sensación del bombo en las costillas y el agotamiento físico de emocionar a golpes a un auditorio.

“Extrañé reír y ensayar con ellos, entrar en un cuarto, tocar y pasar un rato sin preocupaciones”. Vladimir Pardales, miembro fundador de la banda y guitarrista rítmico, sabía que la pausa sería larga, pero no vislumbraba el impacto de esta sobre la dinámica de trabajo. Estaba seguro de que podrían utilizar el tiempo para renovar la imagen y la propuesta sin comprometer la esencia del proyecto que él y el vocalista Carlos Shedden gestaron en 2010, cuando aún cursaban el bachillerato.

“Recuerdo haber recibido con alegría la noticia de la invitación a presentarnos en dos eventos masivos en Panamá (Musicalion y MUPA), sentí que avanzábamos. Pensábamos invertir en visitar México y Costa Rica»

Carlos recuerda el plan que la banda manejaba y no oculta su frustración ante el hecho de que tuvieron que pisar un festival extranjero para que se les considerara para convocatorias grandes en su propia tierra. Volvía a evocar el último buen recuerdo antes de que todo se suspendiera. En cambio, el recuerdo más vívido para Johann era sin duda la noche del lanzamiento, el fin de una agónica faena entre composición, grabación y publicación.

Sin embargo, las limitaciones técnicas del trabajo a distancia resultaron ser más engorrosas de lo esperado. Las plataformas creadas para ayudar a los grupos a trabajar música, como Discord® y similares no suelen permitir que se comparta la música de manera sincrónica. Las ideas se atrasaban por el retardo de la señal, perdían tiempo conectando equipos, y al trabajar estaban exhaustos y sin poder avanzar en las pruebas, realidad que vivieron casi todos los músicos en cuarentena.

Por su parte, el vocalista y guitarrista principal era todo menos protagonista en su propia vida. Hacer malabares entre los estudios, los vaivenes de la vida familiar y la frustración ante el estancamiento artístico hicieron estragos en su salud física. Perdió peso de forma considerable, sufrió ataques de ansiedad y su rostro se brotó, aparte del estrés que, como el resto de la población, atravesó ante la inmensa carga de información diaria.

ESTA ES SU DECISIÓN

Para septiembre 2020 había ideas en el baúl, esqueletos incompletos de canciones y planes de un segundo álbum. Nada de eso era importante esa tarde de sábado en la que, todavía sin vacunas ni fecha de fin de la pesadilla, decidieron que era suficiente separación y volvieron a encontrarse.

Johann recuerda haberse sentido como si fuesen los cuatro mosqueteros nuevamente juntos. Saludarse, compartir, hablar de la vida, de lo absurdo, de las despedidas. Solo ser amigos y disfrutar lo que una vez dieron por sentado, apuntando a la excelencia musical.

Ahora faltaba el tiempo, ya no era posible reunirse por horas a ensayar y compartir ideas. Había que usar el espacio disponible en sus respectivas vidas, pero ahora valoraban más poder compartir presencialmente. “Si pudimos sobrevivir ese tiempo, pensamos que no habría obstáculo para nosotros”, comenta el líder de Nightwalkers. Se dice fácil; el hecho de que otras agrupaciones ya planeaban sus eventos de regreso, mientras ellos seguían apartados de la nueva libertad, causó desesperación en los cuatro jóvenes. La fiesta volvió y ellos no estaban invitados.

Muchos volvieron a las tarimas a seguir donde quedaron. Los Nightwalkers no cayeron en esa comodidad. La salud era la prioridad. Si había oportunidad de regresar, no pondrían en peligro a sus fanáticos por sacarse las ansias de presentarse, como sí lo hicieron muchas agrupaciones, organizando toques en locales cerrados, en el segundo pico de contagios como si nada pasara; tampoco se conformarían con ser criaturas de pecera ni con hemicaras distanciadas, con aforo limitado y sin poder recibir los gritos de la gente.

El juego previo que la banda deseaba dar al oído de sus fans sería largo, pero fascinante.

 

(Continuará después del Festival MUPA 2021, a menos de una semana, todavía sin lugar anunciado)

MissPraxx

MissPraxx

Escritora, melómana y desequilibrada. Menos etiqueta y más verdad.