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¿Sabes que esto no va a durar, verdad?

David evocaba en su memoria las palabras de su padre, mientras el carro de medicatura forense se alejaba del hotel. Esa noche tenían programado presentarse frente a unas cuarenta mil personas en la ciudad de Bogotá. Ahora su cómplice de veinticinco años de trayectoria había muerto en circunstancias desconocidas, solo en una habitación y en un país extraño, después de la encerrona pandémica. Luego de tanta espera, la suerte nos recuerda que los finales felices no existen. Solo los momentos y el presente. 

David se veía a sí mismo como la manzana cayendo lejos del árbol. Su padre, un flautista con oído perfecto, a quien su hijo logró escuchar solo una vez interpretando música, decía que no tenía sentido dedicarse a esta disciplina si no te daba para vivir. Por otro lado, su madre, una maestra de escuela, se encargaba de recordarle con palabras y ejemplo, que a veces tienes que decidir lo que es mejor para ti. Mientras ella lo animaba, su padre lo mantuvo cableado a tierra, incluso después de lograr cierto nivel de éxito.

Nadie le enseñó a David a tocar. Desde niño, su entrenamiento fueron las tardes donde entonaba canciones de Carly Simon junto a su madre y entendió la belleza de armonizar. Su momento eureka fue “¡Dos notas hacen un acorde!” Comenzó a ver la música como un rompecabezas, imaginando los bloques que la componen. Esta obsesión lo acompañaría toda su vida adulta, al punto que durante conversaciones acompañadas por cualquier música de fondo, se enfrascaba en jugar a armar y desarmar las piezas de la melodía en su mente. 

Gracias a su obsesión, se convertiría no solo en fanático, sino en pionero. Junto a su banda, fue parte de la creación de un sonido de culto mundial, que empezó en la escena marginada de Seattle. David era feliz sentado en la batería en el fondo de la tarima, su afán nunca fue ser protagonista; se sentía afortunado de poder tocar junto a un genio creador de canciones, al que siempre alabó por su sencillez y honestidad al escribir. La música lo llevó a todas partes; junto a su banda, pasó de escucharla a respirarla.

Pero todo se detuvo súbitamente, cuando el genio vocalista de su agrupación se quitó la vida, en aquél fatídico abril de 1994. 

Dave Grohl conoce muy bien el sentimiento de pérdida. Sin embargo, en vez de aferrarse a la nostalgia, logró crear una nueva marca en el rock con su banda, Foo Fighters.

Getting tired of starting again…

No recuerda cómo se enteró; en ese momento tenían hábitos incompatibles así que antes de la tragedia, se habían distanciado un poco. Al conocer la noticia, David se reunió con el otro miembro del trío, sin saber qué rumbo seguir ni cómo sobreponerse. Además de perder a un amigo y hermano de una manera absurda, también se derrumbó su entusiasmo por la música. Lograron reconocimiento y devoción de millones en todo el mundo, pero era imposible pensar en un reemplazo. El difunto no era cualquier vocalista: se trataba de una figura icónica, un símbolo. El sueño se terminó. 

Recordarlo era insoportable. Sentarse a la batería lo deprimía.  Dejó de tocar música y de escuchar la radio, cosa extraña en él. Sintiéndose perdido, David tomó la decisión de viajar a una pintoresca ciudad campestre en Irlanda y alejarse de todo. En medio de ese retiro conoció a algunas personas, entre ellas, a un mochilero que, casualmente, lucía una camiseta alusiva a su amigo muerto. Supo entonces que la vida le estaba mandando un mensaje; no podía escapar, tendría que volver a la música. O bien, la música tenía que volver a él. 

Looking for the sky to save me…

Durante sus años de gloria con la agrupación, David tenía canciones propias que no mostraba a nadie. El efecto inesperado de la tragedia fue que por fin estaba liberado para crear su propia música. Trabajó las canciones y grabó todos los instrumentos, excepto en una canción, y luego entregó la cinta a personas cercanas, con un seudónimo. Consiguió a nuevos camaradas para grabar. Cuando escuchó el resultado final, no estuvo satisfecho con el trabajo del baterista. Luego de grabarlas él mismo, se vio en la necesidad de buscar un reemplazo definitivo. Buscó entre sus contactos a la persona indicada. 

Un tal Oliver Hawkins. 

 

“I’ve waited here for you”

En 1997, Oliver sonaba los platillos para otros artistas de éxito considerable en ese tiempo. David le pidió que le recomendara a un baterista, a lo cual Oliver respondió “¿No podría ser yo mismo?” David estaba algo sorprendido, pero complacido con el ofrecimiento. Por su parte, el rubio baterista no era ningún novato, y al igual que a los otros integrantes del nuevo proyecto, le intimidaba un poco trabajar con una persona tan reconocida por su talento en las baquetas. 

En una ocasión, cierto cantante de otra legendaria banda, un tal Axl, le preguntó a Oliver, a modo de reto, “¿Qué se siente ser el baterista del mejor baterista de los noventas?” Sin embargo, la combinación dio resultado. Esta nueva banda era ahora un nombre con mérito propio. Lento pero seguro, David se alejaba de la sombra de su anterior agrupación, y se sentía cada vez más cómodo en su nuevo rol de vocalista, dejando las baquetas en las confiables manos de su amigo. Una nueva historia se escribía; logró finalmente unir las piezas de un rompecabezas que la vida le destrozó. 

Ya no era el que abandonó la escuela, el que no estudió música, el miembro de la banda al que nadie mira, el divorciado, el ex-Nirvana. Es Dave Grohl. Muchos de sus fanáticos ni siquiera saben de su pasado con Nirvana y algunos no han escuchado de la banda. Más meritorio aún fue que se labró el éxito sin tener que aludir constantemente a la nostalgia grunge; sin abusar, como muchos hacen, de la miseria de los fans por la pérdida de su artista, ni caer en el afán de revivir los “good old days”. Para él, esa fascinación es confusa. No hay nada como el presente. 

Foo Fighters fue introducido al Salón de la Fama del Rock & Roll en octubre 2021 y la presentación estuvo a cargo de Sir Paul McCartney, quien también tocó con ellos. Foto: Rolling Stone Magazine.

Not to stop when I say when

Una vida artística no te exime de ser vulnerable. En un concierto en 2015 en Suecia, Dave se cayó de la tarima y se fracturó la pierna. Realizó el resto de la gira desde un trono, pero en una de las fechas en Chicago, la presión fue demasiada y rompió a llorar en el camerino. Sus compañeros sabían que necesitaba un respiro. Oliver pensó que estaban condenados, pero su amigo, el contador de historias, solo tomó un tiempo de descanso que le hizo recordar, una vez más, lo aprendido tras la muerte de Kurt: cuando el camino se vuelve difícil, culpas a la música; luego te alejas de ella y te das cuenta de que fue ella quien te mantuvo vivo

Al momento en que Dave veía cómo el vehículo forense se alejaba del hotel con los restos de Oliver Taylor Hawkins, el asunto que no duraría tenía ya diez discos de estudio, diez EP y doce premios Grammy. Hace apenas cinco meses entraron al Salón de la Fama del Rock & Roll y fueron presentados por sir Paul. Ahora son trending topic por las más tristes razones. A Hawkins le sobreviven tres hijos y una esposa. La presentación ha sido cancelada. Las redes sociales se atiborran de homenajes, mientras los patéticos cazadores de “likes” aprovechan el mal momento para hacer comparaciones impertinentes y sacar conclusiones apresuradas con el afán de ganar atención. 

En una ocasión, le preguntaron a Dave si al reunirse con su amigo Chris Novoselic tocaban canciones de Nirvana. Respondió que no, que improvisan, tocan música nueva y a veces graban. Que el recuerdo de Kurt es demasiado doloroso. La música no traerá de vuelta a Kurt, ni a Taylor, pero si es tan poderosa como argumentó Dave Grohl en múltiples ocasiones, lo traerá de vuelta cuando esté listo.

(Relato basado en testimonios tomados directamente de entrevistas realizadas a Dave Grohl, Taylor Hawkins y a la agrupación Foo Fighters)

MissPraxx

MissPraxx

Escritora, melómana y desequilibrada. Menos etiqueta y más verdad.